¿Os acordáis de Mägo de Oz? Totalmente desmembrada su formación original, su último hit se llama Tu madre es una cabra (sí, en serio), en el que colaboran con (coged aire) La Pegatina. Una aberración para cualquier seguidor del metal, y en cualquier caso mala tanto por composición como producción. La enésima boñiga que nos ofrece la banda madrileña, cuesta abajo y sin frenos.
Esta decadencia, sin embargo, no es ni mucho menos exclusiva de los Mago. Según un libro que estoy leyendo, un grupo de éxito tarda tres discos y cinco años en alcanzar la gloria y empezar a sacar mierda. En el caso de Mago de Oz, esto encaja perfectamente entre La leyenda de la mancha y Gaia. A partir del quinto año, dice el libro, los artistas entran en sequía creativa (y por tanto fracasan, porque todo suena igual), o intentan explorar nuevos y abruptos horizontes (por tanto fracasan, pues ya no suenan a aquello que los encumbró).
Mi reflexión es esta: la forma en que consumimos hoy la música favorece y acelera este proceso de auge-declive. Cuando yo no escuchaba metal y acabábamos de entrar en el euro, en casa teníamos CDs y cintas. El difícil acceso a la música hacía que escucharas los que tenías enteros, una y otra vez, captando todos los matices, memorizando a la fuerza las letras. Te gustase más o menos, conectabas con la obra.
Hoy, para empezar, la música se ve más que se escucha. Las bandas viven de los conciertos, los videoclips en Youtube y las interacciones que generan sus publicaciones en redes sociales. El disco, como cúmulo de canciones que se integran en un todo, ha muerto para las masas. Es lo que tiene la era de lo inmediato: canciones con ritmos, sonidos y letras lo más fáciles posible, aunque rayen lo absurdo. Solo importa el aquí y el ahora; no pongas tres canciones del mismo género en Spotify, que me aburro. Por el contrario, hacer ruido, generar expectación e interacciones, VENDE (entonces, ¿a los Mago los podemos llamar vendidos?), por encima de la calidad objetiva de las obras. Por tanto, los artistas que llegan a la primera fila (los que más venden, no los mejores, ¿ha quedado claro?) se ven obligados a lanzar con la mayor frecuencia posible contenido (no música) que dé que hablar. El dichoso videoclip de mierda, por lo que sea, lleva medio millón de visitas en Youtube en menos de dos semanas. A Beethoven todo esto le pilla tarde, claro.
No quiero ser un reaccionario. La canción como formato tampoco existía hasta hace unos 200 años y lleva apenas un siglo como la conocemos. ¿Muerte a la canción y todo Txus (¿quién ha pillado el chiste? jajajaja) a componer ópera? Qué va, si el problema no es el formato. ¿Es que todo lo que no sea heavy-rock es basura? Para nada, pues le pasa a Mago de Oz, a Don Patricio y a casi cualquier otro susceptible de salir en la gala de Nochevieja en televisión. Es un tema de calidad. Y la música, como expresión artística, no es un bien de consumo inmediato, sino que requiere para su disfrute de dedicación, tranquilidad y un poco de cariño. Activos difíciles de encontrar en nuestra época y, joder, me da mucha pena. Como diría Labordeta, ¡a la mierda!