Hijosdeputa

Otra vez. Ya cansa. Al principio me indignaba. Pero ahora ya siento más hastío. ¿Por qué el mundo es así? Será, como dice Pérez-Reverte, que esto es una guerra continua plagada de hijosdeputa.

Supongo que es cosa de la madurez. Tal vez con 15 años me hubiera jugado los cuartos, pasando por delante del bar, por la única salida. Y seguramente no hubiera pasado nada esta vez tampoco, como con 15 años.

Pero es que uno ya no tiene cuerpo para aguantar a padres gilipollas que van al fútbol. Los hechos, brevemente: alguien pega una hostia en mi puerta y berrea “árbitro hijo de puta”. Con 15 años hubiera cerrado con llave, pero hoy he salido a verle la puta cara. Se iba hacia el bar. Salgo unos metros del vestuario para identificarlo. Imposible, está de espaldas. Un padre empieza a increparme, hasta que le contesto que tenga cuidado. Momento en que se pone mucho más violento y quiere encararse conmigo, reventarme la cabeza o yo qué sé. Afortunadamente, su mujer le sujeta.

El ertzaina se sorpende un poco cuando le digo que no voy a denunciar, mientras me escoltan por delante del bar, por la única salida del lugar. Lo más triste es el aplauso unánime que dejo detrás. No me aplauden porque compartan mi tristeza y mi hastío. Me aplauden porque, en palabras de otro padre, “no me han hecho nada” y “es una vergüenza que tengamos que llegar a esto”. Y qué gracioso. Compartimos lo último, aunque con enfoques opuestos.

Pues nada, que esa sigue siendo la respuesta a la violencia: un unánime y estruendoso aplauso.

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